Prólogo
La justicia transicional en perspectiva
La investigación que presentan en este texto María Patricia González Chávez y Paola González Rosales coloca en la agenda académica un tema que por los lentos procesos de justicia ha sido relegado: la transformación de las mujeres de víctimas en actoras de cambio, tomando en cuenta sus procesos de empoderamiento, resiliencia y luchas reivindicativas.
Entrelazan el tema de la memoria y la necesidad de reparar los daños causados a las mujeres durante el genocidio perpetrado por el Estado de Guatemala durante los 36 años del mal llamado conflicto armado interno, porque se trató de la represión indiscriminada sobre la población civil, con el pretexto de erradicar un enemigo interno.
Desde las organizaciones de mujeres hemos abordado el tema de la violencia como un continuum porque es lo que permite explicar su persistencia histórica, derivada de las estructuras patriarcales de dominación.
En América Latina durante la invasión colonización española, las mujeres fueron violadas y sometidas a servidumbre, el escritor mexicano Octavio Paz, en su célebre libro el Laberinto de la Soledad, nombra a las personas mestizas, resultado de esta violencia “los hijos de la chingada”, para aludir a la violación, y plantea a partir de este argumento la formación de un carácter nacional especial.
En Guatemala, somos las organizaciones de mujeres las primeras en reflexionar y denunciar la violencia sexual durante el conflicto armado. El Equipo Comunitario de Acción Psicosocial (ECAP), la Unión Nacional de Mujeres Guatemaltecas (UNAMG) y las Actoras de Cambio constituimos en el año 2004 un consorcio que realizó un estudio con propósitos de sanación reparación y para romper el silencio con mujeres sobrevivientes de violencia sexual en Chimaltenango, Huehuetenango y el Valle del Polochic.
Esto significó muchos procesos y andares, se realizaron talleres y encuentros, en noviem- bre de 2008 las Actoras de Cambio llevaron a cabo el 1er Festival de la memoria en Huehuetenango. Los días 4 y 5 de marzo de 2010 ECAP, UNAMG, CONAVIGUA, La Cuerda y el grupo de abogadas Mujeres Transformando el Mundo, logramos instalar el primer Tribunal de conciencia en contra de la violencia sexual hacia las mujeres. Con esta acción se realizó ese resarcimiento simbólico que había sido requerido por las mujeres.
En el libro que ahora se publica, Paola González documenta la experiencia del Tribunal de Conciencia (2010).
El Festival y el Tribunal se enmarcan dentro del paradigma de la justicia transicional, que busca la reparación de las víctimas en sociedades que han vivido guerras. Implica: recuperación de la memoria histórica, que es parte de la dignificación de las víctimas reparación de los daños causados y garantías de no repetición.
Por eso la justicia transicional conlleva tres dimensiones:
- contextual, que significa la transición hacia regímenes políticos con democracia y paz.
- Causal: esclarecer los crímenes de lesa humanidad cometidos durante el conflicto armado. En el caso guatemalteco las masacres, la violación sexual hacia las mujeres, admitir que hubo genocidio.
- Propositivo: el resarcimiento a las víctimas y las garantías de no repetición.
En Guatemala la violación sexual constituyó un arma de guerra que formó parte de la política contra insurgente, con un modus operandi sistemático y generalizado que se aplicó en todo el país.
El Tribunal de Conciencia, fue un corolario del trabajo realizado con las mujeres víctimas de violencia sexual porque durante el proceso ellas clamaban por justicia, uno de los testimonios expresa:
“No es justo que nos maltraten, que nos violen, para que así se den cuenta y tengan un poco de miedo, para que algún día no muy lejano que no le hagan daño a las niñas o mujeres. ¡Ojala así tengan un poco de temor! Porque ahora ya sabemos nuestros derechos y podemos exigirlos y podemos hablar, eso es lo que yo deseo la justicia” (HU11-51006) (Tejidos que lleva el alma, 2009:399).
En Guatemala la impunidad continúa siendo uno de los principales problemas, y se convierte en instrumento de la violencia.
La violencia en contra de las mujeres y su impunidad son constantes tanto en situaciones de guerra como se paz, y se relaciona con la inaccesibilidad a la justicia que exime de castigo a los responsables, lo que refuerza la situación de exclusión de las mujeres.
Para avanzar en las garantías de no repetición en la construcción de la democracia parti- cipativa es fundamental que la memoria, la justicia y la reparación tengan perspectiva de género y etnicidad.
En Tejidos que lleva el alma (2009:412), libro resultado del trabajo del Consorcio, la exigencia de justicia por la violación sexual se concibe como un camino para establecer la justicia de género. Las mujeres sobrevivientes, hoy actoras de cambio revindican:
- “Igualdad entre hombres y mujeres.
- Que haya paz, aunque no tengamos dinero, pero que estemos tranquilas.
- Que ya no escuchemos tanta muerte.
- Que nos dieran apoyo porque nos cuesta conseguir los centavos para comer, que por algún tiempo nos ayuden. Que nos dieran casa para vivir mejor. Estudio para las y los hijos.
- Que hagamos nuestro grupo.” (Tejidos…..2009:413)
En estas afirmaciones se trasluce la petición por los derechos humanos: igualdad, paz, vivienda, estudios y derecho a la organización, es el reclamo de los derechos humanos vulnerados desde la niñez como lo expresan las historias de vida de estas mujeres. (Tejidos….:2009:413).
Como parte de este ejercicio de recuperación de la memoria histórica, voy a compartir la historia de Engracia Reyna Caba Solano, una de las tantas víctimas de violencia sexual durante la represión del Estado, que se unió a las filas guerrilleras, y que en la paz en las elecciones 2003, fue vice alcaldesa del Ixcán por URNG. En las elecciones 2007 URNG pierde la alcaldía del Ixcán, pero Reyna continúa en el Consejo Municipal.
Reyna nació en 1960 en el municipio de San Gaspar Chajul, en la zona Ixil del Quiché. De una familia de campesinos pobres en las zonas menos desarrolladas de Guatemala, creció en una época en que la extrema pobreza, la explotación por los finqueros y la represión del ejército generaron una rebeldía que se expresó en organización comunitaria, pero también en la lucha guerrillera.
Recordemos que las primeras masacres fueron en 1976 en Chisec y en 1978 en Panzós.
Reyna pertenece a esa generación que empieza a tomar conciencia que no había que resignarse con lo que sucedía.
En su relato testimonial Reyna escribe: “En una de esas aldeas, apartaron as todas las mujeres de diferentes edades, las desnudaron, las violaron y las formaron ya ultrajadas. Luego las llevaron a un puente cercano y comenzaron una por una a tirarlas al río. Los soldados se divertían haciendo eso, mientras que los sobrevivientes veían como sus esposas e hijas caían al río.” Caba, 2001:11).
Continúa Reyna en su relato: “Para ese entonces supimos que la política del ejército era “gentes que estaban en las aldeas eran guerrilleros y no había que perdonarlos, había que matarlos.” Sin importan si eran niños mujeres o ancianos.”
“En esa etapa se crean las patrullas civiles, fueron integradas por personas que estaban en las comunidades y fueron obligadas por el ejército a formar parte de esas patrullas. La mayoría por miedo y temor fueron a patrullar a la par del ejército. Aprendieron a matar a sus hermanos campesinos, pues ellos conocían mejor a la población que el propio ejército. Se volvieron muy sanguinarios, mataron a miles de personas.” (Caba, 2001:11)
La principal reivindicación de las mujeres que participaron en Tejidos que lleva el alma, así como Reyna Caba en su testimonio es: Queremos que se sepa lo que pasó. Esto implica el deseo de justicia, y el anhelo de las garantías de no repetición.
Reyna cuando se encuentra con la Revista Hombres de Maíz se motiva y dice: “Me entu- siasmó la idea de poder escribir mi historia y que muchas personas más supiera la situación de las mujeres en mi país a partir de la mía. Por eso me animaron y aquí les dí a conocer mi historia.” (Caba, 2001:32).
En uno de los testimonios de Tejidos que lleva el alma, se lee: “Es que con nosotras de verdad que fue duro la violencia….por eso no se puede olvidar todo ese tiempo…porque fue mucho….para las mujeres fue diferente que para los hombres porque a las mujeres primero las agarraran, pasan sus ganas con ellas y después le dan muerte. Dos delitos hacen. En cambio con los hombres, le dejan de una vez torturados o con bala. Lo mata. Pero, la mujer sufre primero, hasta después la dejan muerta.” (Tejidos….2009:141).
Esta dificultad para olvidar las terribles experiencias de las sobrevivientes la expresa también Reyna: “recordar ese sufrimiento es volver a vivir esos momentos. Para mí ha sido una pesadilla, pues cada poco soñaba en eso. Aún en este tiempo sigo soñando lo que ví y me tocó vivir. No puedo olvidarlo, muchas veces sueño con estar en mi casa, luego escucho los movimientos espantosos que me rodearon esa noche, y aún me rodean, quiero gritar y salir gritando y me despierto. Al estar despierta me doy cuenta que es un sueño, que es el pasado que me persigue, el pasado que aún no logro superar.” (Caba, 2001:15)
La organización como camino al empoderamiento.
Pero a pesar de estos sufrimientos y la larga espera por la justicia y la reparación de los daños causados la organización se ha convertido, en el camino al empoderamiento, crecimiento personal y colectivo, en dónde se han combinado procesos resilientes.
Stefan Vanistendael (1995) define la resiliencia como “la capacidad humana para hacer frente a las adversidades de la vida superarlas y salir fortalecido o incluso transformado.” (Citado por Anleu, 2005: 15)
Los hallazgos de la investigación que contiene el libro Tejidos que lleva el alma (2009) evidencian que las sujetas que pudieron enfrentar de mejor manera los efectos de la violación sexual fueron las que iniciaron un proceso de empoderamiento personal, vinculado a un
proceso de empoderamiento colectivo, lo cual les ha permitido poco a poco desprenderse del lugar de víctima y constituirse en sujetas de sus propias vidas.” (Tejidos…2009:296)
Esto permitió a las mujeres transformarse en actoras. “ser actora de cambio no se reduce a ser ciudadana y reivindicar derechos en el ámbito público, sino a ser sujeta de poderes que permitan hacer reales estos derechos y tener conciencia y decisión sobre su propia vida. Ser sujeta de su propia vida implica librar una batalla cotidiana por deshacerse de las identidades sujetadas a otros desde el imaginario patriarcal, para constituir y construir una nueva concepción de sí, que desde la autonomía personal les permita relacionarse con el mundo. Implica desarrollar nuevos referentes para fortalecer capacidades propias, poderes propios y autovaloración y así desarrollar una auto estima consistente, la independencia y capacidad de pensamiento crítico, como pilares de la resiliencia.” (Tejidos….2009:297)
El texto que ahora presentamos a la comunidad académica, organizaciones de la sociedad civil, instituciones del Estado y demás personas interesadas en la justicia y la reparación constituye un valioso aporte que amplía la brecha abierta en el texto Tejidos que lleva el alma que contiene los testimonios de las mujeres que se convirtieron de víctimas en actoras de cambio; para contribuir a la dignificación y visibilización de la mujeres aproveché este prólogo para referirme a Reyna Caba, como ejemplo de las mujeres que se atreven a enfrentar de cara las consecuencias de ser protagonistas de su historia.
Las voces seleccionadas por Patricia González y Paola González como hilos conductores de La urgencia de la historia: justicia transicional, género y etnicidad en Guatemala, complementan los aportes reseñados brevemente en esta introducción para visibilizar la urdimbre que hemos ido tejiendo las mujeres en busca de la justicia y la reparación, convencidas que sólo así podrá Guatemala transitar hacia una cultura de paz y una verdadera democracia.
Partiendo de las brechas abiertas, Patricia y Paola, logran dar un salto cualitativo, desde el punto de vista teórico sin perder de vista a las sujetas de la historia.
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